lunes, 14 de febrero de 2011

Una caridad cruel e insolidaria
Igual que los carniceros y las guerras, las corridas de toros tienen mala imagen, y no es fácil presentar la muerte como arte, comida o libertad. Pero si el requisito para un festín es la matanza de un animal, y los tiros son los precursores de la libertad, quienes se lucran fomentando la diversión a costa de la vida animal también necesitan justificar y enfocar la atención de los consumidores y usuarios en la supuesta utilidad de sus productos y servicios apoyando obras de interés social; por ejemplo, a través de una corrida de beneficencia, un acto aberrante e insolidario que, sin embargo, puede servir de reclamo al tranquilizar algunas conciencias, sobre todo si el baño de sangre beneficia supuestamente a un asilo de ancianos, las hermanitas de los pobres, una asociación que defiende a los discapacitados como la Fundación Padre Arrape, o instituciones como la Asociación Española Contra el Cáncer o la Cruz Roja, que también entró a formar parte del negocio taurino con la explotación del servicio de alquiler de almohadillas en la plaza de Sevilla.
La destrucción de cualquier vida, supuestamente en beneficio de los demás, es éticamente inaceptable; pero esto no impidió a las monjas de la Hermandad del Santo Cristo del Consuelo y Nuestra Señora de los Desamparados celebrar el año pasado en Ciudad Real una novillada o “festival taurino-religioso”, incumpliendo el artículo 2.418 del catecismo, donde se dice que hacer sufrir a los animales va contra la dignidad humana. Otro ejemplo pintoresco, impropio de una sociedad democrática y civilizada, que no guarda relación con una actitud solidaria y humanitaria hacia los discapacitados y los animales, tuvo lugar en Alcuéscar, Cáceres, donde el alcalde construyó con dinero público una rampa y una zona especial para que 80 espectadores en sillas de ruedas pudieran ser testigos de un linchamiento repugnante de animales físicamente sanos. La Diputación de Málaga también se ha sumado a este inusitado interés taurino por los discapacitados físicos, aportando dinero público para que la plaza de La Malagueta sea la primera del país en instalar un ascensor para minusválidos, que previamente eran trasladados en brazos por los empleados, habilitando el ruedo para todos los públicos, con la creación de rampas de acceso a la plaza y una barandilla para sujetar las sillas de ruedas.
Las administraciones públicas, propietarias del 65% de las más de trescientas plazas de toros españolas, a pesar de las quejas de la inmensa mayoría de los contribuyentes que no desean apoyar con sus impuestos esta barbarie nacional que los intereses taurinos tratan desesperadamente de mantener e incentivar, siguen exigiendo un mayor número de corridas en los pliegos de adjudicación de los concursos taurinos; una carnicería anual, estéticamente impresentable que, con más de mil representaciones escenificando la masacre de un pacífico animal herbívoro que acaba en el desolladero, amenaza con ahogar con sangre, incluso, el interés de sus más fieles e incondicionales cómplices, ética y físicamente discapacitados, de una cobardía que a todos envilece.
Una siniestra farsa impuesta como fiesta nacional
Detrás de la barrera que les aísla de la sangre, los aficionados y curiosos, adictos a la muerte y al dolor ajeno, se jactan de alimentar un biácido aberrante y estéril con la compra de abonos que les permiten ver hasta la saciedad un espectáculo nauseabundo en el que se torturan, uno tras otro, miles de veces, seis magníficos animales, condicionados desde el nacimiento para representar, junto con el caballo, el papel más funesto de un fatídico guión, dividido en tres “suertes”, en las que unos siniestros mercenarios muestran su desprecio a la vida, acosando y “castigando” a un noble toro, manipulado y traicionado, con arpones y picas afiladas, hasta que muere, asfixiado o ahogado en su propia sangre con los pulmones destrozados por la espada del matador, o apuntillado con un puñal con el que intentan seccionarle la médula espinal. Pudiendo haber sido sometido, según estudios veterinarios, a toda clase de mortificaciones fraudulentas, incluyendo, además del afeitado (del cual, según el artículo 47.2 del reglamento de 1996, son supuestamente responsables los ganaderos), el suministro de fármacos y purgantes, que actúan como hipnotizan tés y tranquilizantes, pudiendo producir falta de coordinación del aparato locomotor y defectos de la visión antes de comenzar la farsa taurina y ser descuartizado por los picadores, que le clavan el hierro de la puya en el morrillo, abriendo, a modo de palanca, un tremendo agujero con la cruceta, cortando y destrozando los tendones, ligamentos y músculos de la nuca para obligarle a bajar la cabeza y poderle matar más fácilmente. Continuando con el suplicio de las banderillas; tres pares de arpones de acero cortante y punzante (llamadas también “alegradores”), que le rompen la cerviz, quitándole fuerza y vitalidad, antes de ser estoqueado por los sicarios de la espada y el puñal; una labor premiada con las orejas, rabos y patas arrancadas de sus víctimas, incluso antes de su muerte, como trofeos que testifican el grado de deshumanización de sus cobardes verdugos y quienes les alientan con el griterío inconsciente o un silencio cómplice.
Las corridas de toros, además de carecer de sentido ético y apoyo social, fomentan el desprecio hacia los animales y la insolidaridad entre los ciudadanos, acostumbrados a permanecer impasibles ante el linchamiento de un ser vivo. No siendo tampoco un espectáculo que cuente con el apoyo incondicional de sus más fervientes aficionados que protestan contra “la invalidez de los pseudomorfos” y el incumplimiento reiterado de las normas que regulan la tortura del animal, cada vez más debilitado y “falto de casta”, que sufre la dolorosa indignidad del afeitado, una práctica que implica el corte de un trozo de pitón, dentro del mueco donde se le inmoviliza, sufriendo el llamado lumbago traumático, y destrozándose los músculos y tendones al luchar desesperadamente por librarse del yugo que sujeta su cabeza, saliendo desvencijado en el cajón hacia los corrales de la plaza, a donde llega tullido y sin fuerzas para afrontar los desgarradores puyazos que le inflinge el picador. Un vergonzoso fraude, tolerado y muy extendido, según los propios taurinos, que debería bastar para condenar y aislar públicamente a los matones que han impuesto, con el beneplácito institucional de sus vasallos políticos, este sucio negocio como emblema de la España negra y “fiesta nacional”.

Informacion General Corrida de Toros

La Policía Nacional asumirá la protección de los animales como una directiva institucional. “Trabajaremos para que no haya un solo animal maltratado”, afirmó el General Oscar Naranjo.

A raíz de los hechos de violencia cometidos contra un animal), protagonizados por miembros de la Policía y difundidos recientemente a través de las redes sociales, el General Oscar Naranjo, director de la Policía Nacional, convocó a las organizaciones protectoras de animales. En una reunión en la que el General Naranjo reiteró el compromiso de la Policía Nacional con la protección de todas las formas de vida y la importancia de hacer valer la sensibilidad, el amor, el humanismo y el respeto como valores esenciales de la institución, se informó a la organizaciones defensoras de animales del retiro fulminante de la institución del patrullero Misael Ruiz Quintero, quien fue identificado en el video como uno de los perpetradores de la tortura y el asesinato al animal. En cuanto a los otros cinco policías que participaron en el acto de violencia y que en el momento de la grabación del video eran auxiliares bachilleres, hoy civiles, el General se refirió a la posibilidad de que sean inhabilitados durante cinco años para ejercer cargos públicos, además de las investigaciones respectivas que se podrán iniciar tras la demanda que sea interpuesta oficialmente. Así mismo, informó de las investigaciones disciplinarias que se iniciarán en contra del patrullero retirado y de quien, en el momento de los hechos, era el oficial del comando en Puerto Tejada (Cauca), donde se asesinó al animal.